Saludos a todos amigos.
Antes de aventurarse a recorrer las historias de “La Cueva
del Oso”, quiero compartirles brevemente como nació la idea de este blog.
En junio del 2017, mis compañeros de estudios y yo nos encontrábamos
en medio de una sesión de clase de una experiencia curricular denominada “Habilidades
Directivas”, la cual forma parte de la malla de estudios de la Maestría en
Administración de la Educación que vengo tomando. Para mi beneplácito, esta cátedra
estaba a cargo de un ilustre colega, el doctor
Alberto Zelada. En medio de la sesión, luego de disertar precisamente sobre el
perfil del directivo de la educación, el maestro nos encomendó como actividad
de extensión el crear una historia sobre
el buen o mal uso de las habilidades directivas dentro de una institución
pública, a fin de ser presentada ese mismo día en clase. Proyectó una serie de imágenes
de diverso contenido sobre la pantalla, solicitándonos seleccionemos una y la usemos
como parte de nuestra narración.
Una de las fotografías mostraba un rostro de un personaje de
mirada siniestra, con rasgos que develaban ascendencia oriental. Los misteriosos
caminos de la evocación del pensamiento me trajeron a la mente mi reciente
viaje a La República Popular China, donde había pasado cuatro semanas tomando
un curso de desarrollo social sostenible. La figura del viaje trajo una cadena
de eventos y personas alrededor de éste, teniendo en el centro el hecho que ese
mes de estudios en el lejano oriente coincidió, afortunada o desafortunadamente,
con el fenómeno del Niño Costero, el cual castigó duramente la zona norte del
Perú con lluvias, inundaciones y huaycos de magnitud nunca antes vista. El
destino hizo que viva esta catástrofe desde el otro lado del orbe, sin poder
hacer nada más que angustiarme por todo lo que mis compatriotas y mis seres más
amados estaban pasando. Durante ese periodo, seguía diariamente a través de las redes los eventos y las
reacciones de los actores involucrados: la población, las autoridades políticas
y las instituciones.
No estoy seguro si fue el contenido de la lección, las
emociones frescas del desastre visto desde lejos o la necesidad del cumplimiento
de la tarea, pero el bosquejo de “Perfil Anómalo”, la primera historia de esta
colección, emergió en ese instante. Casi poseído por la necesidad de poner por
escrito ese caudal de ideas y emociones que secuestraban mi pensamiento, escribí
esta narración sintiendo que cada personaje me dictaba sus líneas al oído,
reclamando los represente tal cual, sin arreglos ni eufemismos.
Esa misma tarde, todos los compañeros maestrantes
presentamos nuestras historias. Descubrí que no había sido el único a quien las
emociones de hechos vividos le habían llevado a un súbito frenesí de ideas.
Ninguno de nosotros teníamos mayor experiencia en la producción literaria, sin
embargo, lectura tras lectura, todos éramos testigos de narraciones
extraordinarias nacidas del corazón, de esas que todos llevamos dentro pero que
esperan la oportunidad para salir, oportunidad que esta vez fue creada por el
maestro Zelada.
Terminaron las presentaciones y todos esperábamos el
veredicto final del profesor. “Colegas”, dijo sacándose las gruesas gafas, “no
tengo palabras para elogiar sus narraciones, me han sorprendido. ¡Felicitaciones!
En verdad creo que deberían publicarlas”. Un espontáneo aplauso de júbilo llenó el aula, dando a nuestra clase el mejor final que un maestro pueda desear.
Fue así como nació “La Cueva del Oso”, un rincón donde haré lo
mejor por transformar esas emociones de lo escuchado, visto y vivido en
historias, advirtiéndole al lector que de forma alguna estas deben tomarse como
una compilación de anécdotas literalmente narradas ni mucho menos
autobiográficas; así que cualquier parecido con la realidad siempre correrá por
cuenta de su propia imaginación.
Bienvenidos a la cueva del oso.


Qué bueno que por fin te animaste, a mi parecer estabas preparado para escribir algo así hace tiempo, en un corto tiempo espero el libro, mientras leeré las siguientes entradas.
ResponderEliminarGracias amiga! pronto más
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